martes, 12 de mayo de 2015

Un pequeño relato: El Destino

Buenas, os dejo aquí un pequeño relato de como ira avanzando el mundo de warhammer en Warhammer 8.5, que tendrá un argumento completamente diferente a El Fin de los Tiempos.
A ver que os parece la nueva faceta de un herue (o antiheroe más bien) muy conocido:

El Destino


Malus penetro con su ejército en la desierta ciudad de Ghrond. La ciudad parecía intacta pero desierta, con una extraña quietud. Una extraña niebla púrpura lo envolvía todo, olía a ozono y los pelos de la nuca de Malus se erizaban. Se encontraba ante magia, eso estaba claro. La falta de oposición a su ejercito hasta llegar allí y lo desierta que estaba la ciudad hacían pensar a Malus lo peor. Así pues, Malus envió a sus exploradores sombras en vanguardia, para reconocer el terreno.

-¡Estas cayendo en una trampa estúpido! Aquí se ha realizado algún tipo de poderoso conjuro hace muy poco...- Comento el Demonio Tz'arkan removiendo en sus interiores.
-Lo se demonio, se supone que hay una horda de bárbaros entre Naggarond y esta torre, y no hemos matado más que a ganado del Caos de camino aquí, nos han dejado pasar eso esta claro...- Respondió con odio Darkblade – Pero hay algo aquí, maldito engendro que me hace sentir que es donde debo estar-.

El demonio se agito en su interior con nerviosismo. Desde que empezaron las alteraciones y las caídas de meteoros había crecido mucho su poder. Llevaba muchos años con Tz´arkan en su interior para saber que el demonio lo estaba engañando, o al menos ocultando cosas que conocía. La Espada disforme de Khaine bramaba en su vaina con ganas de masacre, la muerte de los pocos bárbaros que había exterminado en el camino le sabía más bien a poco. Malus sentía como la furia de la espada lo Imbuía, haciendo retroceder al demonio, un poder de furia inmenso que solo se apagaría mojada en sangre en batalla.

Las puertas de la ciudad estaban abiertas pero intactas. La poderosa Torre de las Hechiceras, una poderosa fortaleza casi inexpugnable estaba completamente intacta, pero, totalmente vulnerable, abierta de par en par sus enormes puertas, como si algo allí dentro lo esperase. Los exploradores sombras de la vanguardia de su ejercito volvieron de la torre.
- El camino esta despejado- Dijo Arthoh, el veterano explorador Autarii, con su voz bronca- No se observa nadie hasta llegar a la Torre, la ciudad esta desierta.
- ¿No hay rastro de las hechiceras ni de Morathi?-
- No, mi despiadado señor, como dije todo esta desierto, aunque la niebla parece ser mágica, podría ser una trampa de los demonios-
- Nuestra misión es encontrar a Morathi y las hechiceras y llevarlas ante el Rey Brujo. Tendremos que mirar en la torre, por si hay alguna pista...- Espeto Malus con una voz melosa como el aceite. –Avancemos-.



Entonces Malus ordeno a su ejercito penetrar en la ciudad en su interior la niebla era mucho más espesa. El demonio se removía en su interior, Malus notaba su creciente expectación. –Maldito demonio- Pensó. La caminata dentro de la ciudad fue lenta, pues Malus esperaba que una trampa saltara en cualquier momento. Mantenía una formación lo más cerrada posible, con los exploradores, jinetes oscuros y Autarii, adelantados e informando de posibles peligros.

Recorrieron la ciudadela interior sin ninguna novedad. Las murallas interiores se encontraban en las mismas condiciones, con las puertas abiertas. Parecían un monstruo con enormes fauces preparadas. La niebla tenia, cada vez más, un ligero aroma endulzado. A Malus le recordó la estancia donde se encontraba prisionero Tz´arkan, lo que le hizo tener un escalofrió por la espalda. Si en ese lugar había algo como Tz'arkan habría que andarse con muchísimo cuidado, su encuentro cara a cara con el demonio, y que saliera de allí con vida casi de milagro, lo atestiguaba.

- Cuidado con lo que haces en este lugar mortal, esta muy próximo al Reino del Caos, parece que los Dioses han puesto su atención en esta tierra.- Comento el demonio de forma melosa, casi seductora. Malus notaba que el poder del demonio crecía con cada paso que se acercaba a la torre central. La magia en el lugar era pasmosa, el demonio tenia mucha razón en hacerle esa advertencia. Aunque sus palabras siempre eran insidiosas y malintencionadas, así que Malus no podía fiarse en lo más mínimo.
- Callate engendro del Caos, después de esta misión mi posición en Naggaroth será idónea para dar el salto al poder que me propongo- Respondió Malus.
- Idiota mortal, ha llegado la era de los dioses, y esta tierra y tu raza, Druchii, no podrá hacer nada ante la marea que se espera, ¿no ves las señales? ¡Es el Fin del mundo y es la hora de nuestro destino!-
- ¡No unas tu destino al mío Demonio! En cuanto pueda me desharé de ti-.
- Puede que ese momento llegue más pronto de lo que piensas mortal...y entonces te haré chillar...-.

Arthoh y sus sombras penetraron en la ciudadela interior para detectar posibles trampas. Tras un rato, volvió una única sombra. Malus corrió junto a su fiel montura Rencor a su encuentro. - Despiadado Señor del Hag, la Hechicera Morathi se encuentra en el interior de la ciudadela, en la puerta de la torre. Pide audiencia con su despiadada autoridad. Arthoh y el resto de Autarii se encuentran con ella escoltándola-
- Excelente Autarii, condúceme ante ella-.

Malus y su guardia personal de caballeros en Gélidos, la elite de Hag Graef, y los Druchii de más confianza para Malus, si podía llamarse confianza a algo entre elfos oscuros. Eran elfos fuertemente armados, con las mejores armas y armaduras del Hag.

Tras un largo paseo por el ciudadela interior llegaron a una amplia plaza de armas interior en la base de la torre de las hechiceras, la cual permanecía con las oscuras puertas púrpura mate cerradas. Justo en la puerta se encontraba la imponente Morathi, con un vestido más digno de la alcoba que de una plaza de armas. La hechicera exudaba un extraño aroma almizclero y un aura que hacia que el aire ondulara a su alrededor y que los ojos se dirigieran inevitablemente a su sinuoso y hermoso cuerpo. A su alrededor los Autarii del ejercito de Malus, con Arthoh a su frente escoltaban a la Hechicera bruja sin poder quitarle los ojos de encima.

- Dichosos los ojos que te ven Tirano del Hag, hace días que te espero- dijo Morathi con su voz de hielo y a la vez más ardiente que la de una amante.
– Vengo a llevaros a Naggarond por orden del Rey Brujo, Señora Morathi, ¿estáis dispuesta para partir?- Pregunto insidioso Darkblade.
- Por supuesto Gran gobernante de Hag Graef, pero nuestros caminos no están unidos en este viaje, ya conoces el destino que has de cumplir, una de mis alumnas te lo mostró- Morathi hablaba como una gata que hablaba con un ratón.
El demonio dentro de Malus se removió en su interior, parecía saber algo más que él.
- ¿Qué quieres decir con eso Hechicera? ¿Hablas de mi madre?-
- Acompañame a mis aposentos Darkblade, te contare eso y mucho más, y luego podremos marchar, te doy mi palabra-
Morathi abrió las puertas de la torre con un sensual movimiento de mano y con un sensual contoneo invito a Malus a seguirla.
-¡Arthoh! ¡Miukil! Acompañadme. El Autarii y el capitán de caballeros de gélido Miukil siguieron a Malus. Malus los había elegido por ser los miembros de más confianza. Arthoh ambicionaba ser jefe Autarii y ya estaba cerca de ello gracias a Malus, que le había quitado de en medio a alguno de sus competidores, y Miukil quería capitanear los gélidos del Hag, cosa que Malus le conseguido por sus servicios. Al ser menos ambiciosos, o al tener Malus controladas sus ambiciones, eran ideales para que no le clavaran un puñal en la espalda a la mínima oportunidad. En la sociedad Druchii uno debía ser precavido.

La torre se hallaba en la más tremenda oscuridad y las puertas se cerraron al pasar el ultimo de los guardias de Malus. Tras un chasquido de dedos de Morathi la torre empezó a iluminarse, desde todas partes y a la vez de ninguna parte, con una luz rosácea. Un profundo olor a ozono y azufre inundaba todo el lugar. La torre parecía tan desierta como el resto de la ciudad. Morathi empezó a ascender por las escaleras de la torre, que se situaban en un extremo de la gran estancia. Malus y sus dos guardias Miukil y Arthoh la seguían de cerca. Morathi dirigió al grupo hasta los aposentos más altos de la torre, los aposentos de las hechiceras tutorizadas por Morathi. Conforme subían la torre la temperatura del gélido lugar parecía aumentar y los pelos de la nuca de Malus se ponían de punta. El demonio parecía estar creciendo en su pecho a cada paso, henchido con la magia del lugar.

Al llegar a la cima de la torre Morathi se detuvo junto a una enorme arcada negra. El marco de la puerta parecía representar en relieve extraños demonios con aspecto andrógino copulando de manera grosera y colérica entre ellos. Los relieves parecían moverse de manera seductora, terrible y monstruosa. La imagen asqueó a Malus y le hizo tener nauseas. Sin lugar a dudas encerraba magia.

La Hechicera bruja abrió el pórtico con una palabra de poder. Al otro lado del portal se podía ver una gran estancia con una gran cama en el centro cubierta con cortinas traslucidas moradas. Un olor almizclero narcótico salio de la sala. Morathi penetro en la estancia con paso decidido y sugerente. Malus y su guardia la siguieron a su interior. El extraño olor le hacia sentirse bien y alteraba su percepción, seguramente era algún tipo de Loto negro, para hacerlos ser más dóciles a él y sus guardias. Un sucio truco, pero que no serviría con Darkblade.
- Vamos Hechicera, cuéntame que es lo querías decir ahí abajo, y que ha ocurrido con este lugar.- Exigió Malus con firmeza.
- Paciencia Tirano- dijo Morathi ronroneando, todo se sabrá muy pronto...-
- No estamos para jueguecitos Gran señora, su hijo os espera con presteza- Dijo Miukil amenazador.
- Exactamente Hechicera Bruja, la nación esta invadida, debemos unirnos a los ejércitos de Malekith para desterrar a los bárbaros rumbo al norte- Comento Arthoh sin esconder su impaciencia.

Morathi parecía divertida ante la impaciencia de Malus y sus guardias - Parece que habéis llegado en el momento adecuado Darkblade, y tu momento parece estar cerca, tu momento parece ser ¡Ya!- Con estas palabras de Morathi, la Hechicera bruja, levanto la mano y unos grilletes de hielo invisibles inmovilizaron a los tres huéspedes. Un frió helador engarroto el cuerpo de Malus, como si cristales de escarcha se le hubiera clavado en los huesos.

- Mal plan este Gran hechicera- Y recurrió a la fuerza del demonio liberándose de las cadenas invisibles.
- No esperaba menos de ti Darkblade ¡O debería decir Azote de Khaine!- Con una profunda y sensual carcajada Morathi lanzo zarcillos de poder contra Malus, estos parecieron atarse al demonio Tz´arkan que estaba en su interior. Con un gesto Morathi tiro de los grilletes de poder y Malus sintió un dolor profundo en su pecho, como si le estuviesen arañando por dentro las entrañas. – Si sobrevives a esto se cumplirá tu profecía y serás el señor del odio en estas tierras- Dijo divertida Morathi.



El dolor lacerante que sentía Malus cada vez era mayor, completamente insoportable, cada fibra nerviosa de su cuerpo enviaba señales de dolor a su sistema. El demonio parecía estar saliendo de él, y con él se llevaba su alma y su vida. Malus se concentro para aguantar el dolor, en lo que toda su vida le había salvado su profundo odio. Odio que desde siempre había guiado su vida y su ambición, odio que lo había salvado del demonio cuando se libero, y que lo había llevado a recuperar su alma. ¡Su odio prevalecerá sobre todo y todos! La Espada disforme de Khaine reaccionaba ante su dolor y odio y relumbraba con una luz mortecina roja en su vaina. El dolor fue desapareciendo ante más oleadas y oleadas de pura rabia, furia y odio. Un poder enorme se fraguaba en su interior, y mantenía la vida del Tirano del Hag, un poder fraguado del odio. En ese terrible momento apareció ante sus ojos una visión, un ejercito enorme y sangriento se arrodillaba a su alrededor y lo seguía.

Miukil y Arthoh observaron a su señor con caras de terror, de su interior salía una luz púrpura hacia Morathi que chillaba cada vez más fuerte silabas arcanas. Mientras del propio Malus empezaba a surgir una intensa luz roja que se iba extendiendo por toda la habitación. Con una explosión Malus y sus lugartenientes se estrellaron contra la pared contraria a Morathi y la luz púrpura que salía de Malus empezó a condensarse frente a la Hechicera bruja.

-¡Bienvenido al mundo mortal Tz´arkan, Gran príncipe de la desesperación!- Proclamo Morathi con un aullido extasiado. La luz formo una nube que se condenso con rapidez hasta formar la divina forma de Tz´arkan, Príncipe demonio de Slaanesh. Un ser con una piel luminosa y lustrosa, llena de poder, con un cuerpo de una perfección sin igual, andrógino, sin ser ni hombre ni mujer. Trasmitía un aura de seducción enorme que llamaba a la lujuria.

-¡Por fin llego mi momento, el mundo perecerá en éxtasis!- Tz´arkan miro a Morathi que estaba envuelta en poder. -Es la hora del Caos, O Gran Demonio, y tu serás uno de los generales de nuestro ejercito, las Hordas del Éxtasis. Junto a N´kari comandaras nuestras hordas contra la odiada Ulthuan.- Chillo Morathi. –He preparado a la guarnición de esta fortaleza y mis hechiceras durante años para formar parte del ejercito del placer, y ahora seguirán nuestras ordenes para inundar el mundo.-
–Nadie me da órdenes mortal-
-No soy yo quien da las ordenes, o gran Tz´arkan, es el Príncipe negro quien habla, y tu has de obedecer. Observa el mundo, o gran señor y veras que lo que digo es verdad- Dijo Morathi implorante.- Tz´arkan observo a su alrededor y pareció mirar mucho más haya de la habitación – Tienes razón Bruja, es el tiempo de los nuestros, y Slaanesh estará contento cuando este mundo sea suyo.- Y al decir esto el demonio emitió una risa sobrenatural que hizo temblar las almas de todos los seres a kilómetros a la redonda.

- Y ahora mortal matare a estos insectos y me guiaras hacia mi ejército.-
Mientras Malus Darkblade se levantaba detrás de Tz´arkan con la Espada disforme de Khaine en su mano. Sus ojos relumbraban con un odio aterrador, un odio y una rabia que se extendió por la habitación como agua que fluye inundándola. Malus era algo más de lo que era, al salir el demonio algo más había salido a la superficie, algo engendrado del puro odio. Tz´arkan se giro sorprendido ante la avalancha de poder.

-Ahora el alma de Darkblade, quien fue tu prisión, es de otro Tz´arkan - Agrego Morathi sibilante. Tz´arkan observo a Malus como si lo viera por primera vez, el odio de ese Druchii había engendrado un poder en su interior que podría destruirlo.

Malus sentía un poder que se alimentaba de su odio, e iba aumentando de manera exponencial. Cada una de sus extremidades bullía de poder asesino. La espada disforme se convertía en una prolongación de su odio y ambos solo pedían una cosa: masacre.

-¡Bruja! ¡Ahora os destruiré a ti y al Demonio! ¡Malditos!- Dijo Malus y se lanzo contra Tz´arkan con la espada disforme en alto. Tz´arkan extendió sus manos y de ellas surgió un rayo oscuro de poder que se dirigió hacia Malus, sería el fin del Tirano al fin. Pero el rayo se disipó al tocar a Malus sin hacerle ningún daño, que ni siquiera aminoró su carga. El demonio, sorprendido, se lanzo contra Malus al que ataco con unos nuevos apéndices con pinzas de cangrejo que aparecieron de la nada. Pero se vio incapaz de parar al Tirano que esquivo con una velocidad sobrenatural a Tz´arkan agachándose ante sus pinzas y clavo profundamente la espada disforme en el estomago de la criatura que chorreo siseante icor negro sobre el enlosado negro. El demonio chillo de dolor, y extrañamente de éxtasis, un chillido que hizo temblar todo Ghrond y agitarla con un placer sobrenatural.

Morathi tramo un hechizo protector sobre Tz´arkan, pero la espada disforme lo destruyo y seguío hiriendo al demonio que retrocedía, chillando, ante el empuje de Darkblade que no paraba de atacar. Sus movimientos eran un Borrón para la vista, incluso para los sentidos amplificados de Morathi.

Con un movimiento de manos, La Hechicera bruja, trazo otro poderoso hechizo que abrió una brecha en la realidad, una puerta al Reino del Caos. De esta, surgió un viento huracanado con más niebla purpúrea mágica mezclado con un tremendo calor y salieron cinco elfos oscuros ataviados con pesadas armaduras de diseño intrincado. Tres de ellos iban armados con dos afilados sables curvos y los dos restantes con horribles látigos y espadas largas. Sus cuerpos estaban deformados, de una forma andrógina y sugerente, y de sus ojos surgía una luz rosácea. Los tres de los sables se dirigieron contra Malus, mientras los de los látigos lo rodeaban. –Vamos Ungidos de Slaanesh, defender a vuestro nuevo señor- Les espeto Morathi con un chillido de triunfo.



Tz´arkan se retiro a la retaguardia mientras los Ungidos, elfos elegidos por el Príncipe oscuro Slaanesh como paladines, atacaban a Darkblade con sus sables. –Maldito demonio cobarde, ven aquí a morir- Dijo. Los ungidos atacaron con renovada velocidad, pero no podían igualar a la de Malus que atacaba y desviaba ataques con una agilidad sin igual. Pero la superioridad numérica de los Ungidos hizo retroceder a Malus que estaba siendo atacado por todos los flancos. Con una finta con el cuerpo, Malus esquivo las espadas de uno de los Ungidos y con un golpe de retorno decapitó al elegido del Príncipe negro. El resto de ungidos redoblaron sus esfuerzos contra Malus que seguía retrocediendo recibiendo ataques de látigo y espada. Uno de los Ungidos con látigo le enrollo en el brazo el látigo a Malus con un grito de triunfo. Malus tiro de el con una fuerza espectacular que atrajo al sorprendido Ungido hacia él, hundiéndole la espada disforme en el estomago hasta la empuñadura y usando su cuerpo como escudo. A continuación, Malus, lanzo el cuerpo del muerto sobre sus congéneres de los sables haciéndoles caer y con un movimiento que el ojo no podía seguir decapitó a ambos.

El Ungido restante salio huyendo ante la ferocidad de Malus, el combate no había durado más de unos minutos. Malus observo como el herido Tz´arkan penetraba en el portal abierto por Morathi. -¡Maldito cobarde engendro de la disformidad! ¡No huyas de mí!- Dijo –No te preocupes mortal, volveremos a encontrarnos pronto...- Y con estas palabras Tz´arkan desapareció de la estancia a través del portal. Tras el salto el Ungido del látigo, dejando a Morathi detrás.

-Ahora, por fin, se ha cumplido tu destino Malus ¡Ve al encuentro de tu ejército y trae los tiempos de sangre a Naggaroth!- Chillo Morathi antes de penetrar por portal y cerrarlo.

Malus se quedo en la estancia, solo acompañado por sus hombres de confianza sin conciencia. En ese instante Arthoh empezaba a recuperarse.

-¿Qué ha ocurrido?- Pregunto Arthoh dolorido e incorporándose ayudándose de la cercana pared. Con un rápido movimiento Malus decapitó al capitán de exploradores. -Esto calmara mi sed durante un tiempo...- Pensó Malus. En su interior sabia que un ejercito de sangre lo esperaba no muy lejos de allí. Se acerco a Miukil para despertarlo, el cual despertó aturdido.

-¡Despierta insensato! Tenemos que marchar con nuestros hombres en busca de mí ejército.- Chillo Malus con su rabia casi contenida. Miukil lo miro con sorpresa a los ojos, y una locura asesina empezó a surgir de su interior. Su rabia contenida empezaba a liberarse poco a poco. Miro a los ojos de Malus, ahora dos pozos de latón con pupilas de sangre, y sus propios ojos se volvieron ojos de obediencia ciega y de odio incontenido.


Malus se levanto y comenzó a descender la Torre de las hechiceras, con Miukil tras de él. La profecía sería cumplida. Naggaroth sería suyo, traería los tiempos de la Sangre, los tiempos de Khaine...¡los tiempos de Sangre! ¡Sangre para el dios del asesinato! 

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