A ver que os parece la nueva faceta de un herue (o antiheroe más bien) muy conocido:
El Destino
Malus penetro con su ejército en la desierta ciudad de
Ghrond. La ciudad parecía intacta pero desierta, con una extraña quietud. Una
extraña niebla púrpura lo envolvía todo, olía a ozono y los pelos de la nuca de
Malus se erizaban. Se encontraba ante magia, eso estaba claro. La falta de
oposición a su ejercito hasta llegar allí y lo desierta que estaba la ciudad
hacían pensar a Malus lo peor. Así pues, Malus envió a sus exploradores sombras
en vanguardia, para reconocer el terreno.
-¡Estas cayendo en una trampa estúpido! Aquí se ha realizado
algún tipo de poderoso conjuro hace muy poco...- Comento el Demonio Tz'arkan
removiendo en sus interiores.
-Lo se demonio, se supone que hay una horda de bárbaros
entre Naggarond y esta torre, y no hemos matado más que a ganado del Caos de
camino aquí, nos han dejado pasar eso esta claro...- Respondió con odio
Darkblade – Pero hay algo aquí, maldito engendro que me hace sentir que es donde
debo estar-.
El demonio se agito en su interior con nerviosismo. Desde
que empezaron las alteraciones y las caídas de meteoros había crecido mucho su
poder. Llevaba muchos años con Tz´arkan en su interior para saber que el
demonio lo estaba engañando, o al menos ocultando cosas que conocía. La Espada
disforme de Khaine bramaba en su vaina con ganas de masacre, la muerte de los
pocos bárbaros que había exterminado en el camino le sabía más bien a poco.
Malus sentía como la furia de la espada lo Imbuía, haciendo retroceder al
demonio, un poder de furia inmenso que solo se apagaría mojada en sangre en
batalla.
Las puertas de la ciudad estaban abiertas pero intactas. La
poderosa Torre de las Hechiceras, una poderosa fortaleza casi inexpugnable
estaba completamente intacta, pero, totalmente vulnerable, abierta de par en
par sus enormes puertas, como si algo allí dentro lo esperase. Los exploradores
sombras de la vanguardia de su ejercito volvieron de la torre.
- El camino esta despejado- Dijo Arthoh, el veterano
explorador Autarii, con su voz bronca- No se observa nadie hasta llegar a la
Torre, la ciudad esta desierta.
- ¿No hay rastro de las hechiceras ni de Morathi?-
- No, mi despiadado señor, como dije todo esta desierto,
aunque la niebla parece ser mágica, podría ser una trampa de los demonios-
- Nuestra misión es encontrar a Morathi y las hechiceras y
llevarlas ante el Rey Brujo. Tendremos que mirar en la torre, por si hay alguna
pista...- Espeto Malus con una voz melosa como el aceite. –Avancemos-.
Entonces Malus ordeno a su ejercito penetrar en la ciudad en
su interior la niebla era mucho más espesa. El demonio se removía en su
interior, Malus notaba su creciente expectación. –Maldito demonio- Pensó. La
caminata dentro de la ciudad fue lenta, pues Malus esperaba que una trampa
saltara en cualquier momento. Mantenía una formación lo más cerrada posible,
con los exploradores, jinetes oscuros y Autarii, adelantados e informando de
posibles peligros.
Recorrieron la ciudadela interior sin ninguna novedad. Las
murallas interiores se encontraban en las mismas condiciones, con las puertas
abiertas. Parecían un monstruo con enormes fauces preparadas. La niebla tenia,
cada vez más, un ligero aroma endulzado. A Malus le recordó la estancia donde
se encontraba prisionero Tz´arkan, lo que le hizo tener un escalofrió por la
espalda. Si en ese lugar había algo como Tz'arkan habría que andarse con
muchísimo cuidado, su encuentro cara a cara con el demonio, y que saliera de
allí con vida casi de milagro, lo atestiguaba.
- Cuidado con lo que haces en este lugar mortal, esta muy
próximo al Reino del Caos, parece que los Dioses han puesto su atención en esta
tierra.- Comento el demonio de forma melosa, casi seductora. Malus notaba que
el poder del demonio crecía con cada paso que se acercaba a la torre central.
La magia en el lugar era pasmosa, el demonio tenia mucha razón en hacerle esa
advertencia. Aunque sus palabras siempre eran insidiosas y malintencionadas,
así que Malus no podía fiarse en lo más mínimo.
- Callate engendro del Caos, después de esta misión mi
posición en Naggaroth será idónea para dar el salto al poder que me propongo-
Respondió Malus.
- Idiota mortal, ha llegado la era de los dioses, y esta
tierra y tu raza, Druchii, no podrá hacer nada ante la marea que se espera, ¿no
ves las señales? ¡Es el Fin del mundo y es la hora de nuestro destino!-
- ¡No unas tu destino al mío Demonio! En cuanto pueda me
desharé de ti-.
- Puede que ese momento llegue más pronto de lo que piensas
mortal...y entonces te haré chillar...-.
Arthoh y sus sombras penetraron en la ciudadela interior
para detectar posibles trampas. Tras un rato, volvió una única sombra. Malus
corrió junto a su fiel montura Rencor a su encuentro. - Despiadado Señor del
Hag, la Hechicera Morathi se encuentra en el interior de la ciudadela, en la
puerta de la torre. Pide audiencia con su despiadada autoridad. Arthoh y el
resto de Autarii se encuentran con ella escoltándola-
- Excelente Autarii, condúceme ante ella-.
Malus y su guardia personal de caballeros en Gélidos, la
elite de Hag Graef, y los Druchii de más confianza para Malus, si podía
llamarse confianza a algo entre elfos oscuros. Eran elfos fuertemente armados,
con las mejores armas y armaduras del Hag.
Tras un largo paseo por el ciudadela interior llegaron a una
amplia plaza de armas interior en la base de la torre de las hechiceras, la
cual permanecía con las oscuras puertas púrpura mate cerradas. Justo en la
puerta se encontraba la imponente Morathi, con un vestido más digno de la
alcoba que de una plaza de armas. La hechicera exudaba un extraño aroma
almizclero y un aura que hacia que el aire ondulara a su alrededor y que los
ojos se dirigieran inevitablemente a su sinuoso y hermoso cuerpo. A su
alrededor los Autarii del ejercito de Malus, con Arthoh a su frente escoltaban
a la Hechicera bruja sin poder quitarle los ojos de encima.
- Dichosos los ojos que te ven Tirano del Hag, hace días que
te espero- dijo Morathi con su voz de hielo y a la vez más ardiente que la de
una amante.
– Vengo a llevaros a Naggarond por orden del Rey Brujo,
Señora Morathi, ¿estáis dispuesta para partir?- Pregunto insidioso Darkblade.
- Por supuesto Gran gobernante de Hag Graef, pero nuestros
caminos no están unidos en este viaje, ya conoces el destino que has de
cumplir, una de mis alumnas te lo mostró- Morathi hablaba como una gata que
hablaba con un ratón.
El demonio dentro de Malus se removió en su interior,
parecía saber algo más que él.
- ¿Qué quieres decir con eso Hechicera? ¿Hablas de mi
madre?-
- Acompañame a mis aposentos Darkblade, te contare eso y
mucho más, y luego podremos marchar, te doy mi palabra-
Morathi abrió las puertas de la torre con un sensual
movimiento de mano y con un sensual contoneo invito a Malus a seguirla.
-¡Arthoh! ¡Miukil! Acompañadme. El Autarii y el capitán de
caballeros de gélido Miukil siguieron a Malus. Malus los había elegido por ser
los miembros de más confianza. Arthoh ambicionaba ser jefe Autarii y ya estaba
cerca de ello gracias a Malus, que le había quitado de en medio a alguno de sus
competidores, y Miukil quería capitanear los gélidos del Hag, cosa que Malus le
conseguido por sus servicios. Al ser menos ambiciosos, o al tener Malus
controladas sus ambiciones, eran ideales para que no le clavaran un puñal en la
espalda a la mínima oportunidad. En la sociedad Druchii uno debía ser
precavido.
La torre se hallaba en la más tremenda oscuridad y las
puertas se cerraron al pasar el ultimo de los guardias de Malus. Tras un
chasquido de dedos de Morathi la torre empezó a iluminarse, desde todas partes
y a la vez de ninguna parte, con una luz rosácea. Un profundo olor a ozono y
azufre inundaba todo el lugar. La torre parecía tan desierta como el resto de
la ciudad. Morathi empezó a ascender por las escaleras de la torre, que se
situaban en un extremo de la gran estancia. Malus y sus dos guardias Miukil y
Arthoh la seguían de cerca. Morathi dirigió al grupo hasta los aposentos más
altos de la torre, los aposentos de las hechiceras tutorizadas por Morathi.
Conforme subían la torre la temperatura del gélido lugar parecía aumentar y los
pelos de la nuca de Malus se ponían de punta. El demonio parecía estar
creciendo en su pecho a cada paso, henchido con la magia del lugar.
Al llegar a la cima de la torre Morathi se detuvo junto a
una enorme arcada negra. El marco de la puerta parecía representar en relieve
extraños demonios con aspecto andrógino copulando de manera grosera y colérica
entre ellos. Los relieves parecían moverse de manera seductora, terrible y
monstruosa. La imagen asqueó a Malus y le hizo tener nauseas. Sin lugar a dudas
encerraba magia.
La Hechicera bruja abrió el pórtico con una palabra de
poder. Al otro lado del portal se podía ver una gran estancia con una gran cama
en el centro cubierta con cortinas traslucidas moradas. Un olor almizclero
narcótico salio de la sala. Morathi penetro en la estancia con paso decidido y
sugerente. Malus y su guardia la siguieron a su interior. El extraño olor le
hacia sentirse bien y alteraba su percepción, seguramente era algún tipo de
Loto negro, para hacerlos ser más dóciles a él y sus guardias. Un sucio truco,
pero que no serviría con Darkblade.
- Vamos Hechicera, cuéntame que es lo querías decir ahí
abajo, y que ha ocurrido con este lugar.- Exigió Malus con firmeza.
- Paciencia Tirano- dijo Morathi ronroneando, todo se sabrá
muy pronto...-
- No estamos para jueguecitos Gran señora, su hijo os espera
con presteza- Dijo Miukil amenazador.
- Exactamente Hechicera Bruja, la nación esta invadida,
debemos unirnos a los ejércitos de Malekith para desterrar a los bárbaros rumbo
al norte- Comento Arthoh sin esconder su impaciencia.
Morathi parecía divertida ante la impaciencia de Malus y sus
guardias - Parece que habéis llegado en el momento adecuado Darkblade, y tu
momento parece estar cerca, tu momento parece ser ¡Ya!- Con estas palabras de
Morathi, la Hechicera bruja, levanto la mano y unos grilletes de hielo
invisibles inmovilizaron a los tres huéspedes. Un frió helador engarroto el
cuerpo de Malus, como si cristales de escarcha se le hubiera clavado en los
huesos.
- Mal plan este Gran hechicera- Y recurrió a la fuerza del
demonio liberándose de las cadenas invisibles.
- No esperaba menos de ti Darkblade ¡O debería decir Azote
de Khaine!- Con una profunda y sensual carcajada Morathi lanzo zarcillos de
poder contra Malus, estos parecieron atarse al demonio Tz´arkan que estaba en
su interior. Con un gesto Morathi tiro de los grilletes de poder y Malus sintió
un dolor profundo en su pecho, como si le estuviesen arañando por dentro las
entrañas. – Si sobrevives a esto se cumplirá tu profecía y serás el señor del
odio en estas tierras- Dijo divertida Morathi.
El dolor lacerante que sentía Malus cada vez era mayor,
completamente insoportable, cada fibra nerviosa de su cuerpo enviaba señales de
dolor a su sistema. El demonio parecía estar saliendo de él, y con él se
llevaba su alma y su vida. Malus se concentro para aguantar el dolor, en lo que
toda su vida le había salvado su profundo odio. Odio que desde siempre había
guiado su vida y su ambición, odio que lo había salvado del demonio cuando se
libero, y que lo había llevado a recuperar su alma. ¡Su odio prevalecerá sobre
todo y todos! La Espada disforme de Khaine reaccionaba ante su dolor y odio y
relumbraba con una luz mortecina roja en su vaina. El dolor fue desapareciendo
ante más oleadas y oleadas de pura rabia, furia y odio. Un poder enorme se
fraguaba en su interior, y mantenía la vida del Tirano del Hag, un poder
fraguado del odio. En ese terrible momento apareció ante sus ojos una visión, un
ejercito enorme y sangriento se arrodillaba a su alrededor y lo seguía.
Miukil y Arthoh observaron a su señor con caras de terror,
de su interior salía una luz púrpura hacia Morathi que chillaba cada vez más
fuerte silabas arcanas. Mientras del propio Malus empezaba a surgir una intensa
luz roja que se iba extendiendo por toda la habitación. Con una explosión Malus
y sus lugartenientes se estrellaron contra la pared contraria a Morathi y la
luz púrpura que salía de Malus empezó a condensarse frente a la Hechicera
bruja.
-¡Bienvenido al mundo mortal Tz´arkan, Gran príncipe de la desesperación!-
Proclamo Morathi con un aullido extasiado. La luz formo una nube que se
condenso con rapidez hasta formar la divina forma de Tz´arkan, Príncipe demonio
de Slaanesh. Un ser con una piel luminosa y lustrosa, llena de poder, con un
cuerpo de una perfección sin igual, andrógino, sin ser ni hombre ni mujer.
Trasmitía un aura de seducción enorme que llamaba a la lujuria.
-¡Por fin llego mi momento, el mundo perecerá en éxtasis!-
Tz´arkan miro a Morathi que estaba envuelta en poder. -Es la hora del Caos, O
Gran Demonio, y tu serás uno de los generales de nuestro ejercito, las Hordas
del Éxtasis. Junto a N´kari comandaras nuestras hordas contra la odiada
Ulthuan.- Chillo Morathi. –He preparado a la guarnición de esta fortaleza y mis
hechiceras durante años para formar parte del ejercito del placer, y ahora
seguirán nuestras ordenes para inundar el mundo.-
–Nadie me da órdenes mortal-
-No soy yo quien da las ordenes, o gran Tz´arkan, es el
Príncipe negro quien habla, y tu has de obedecer. Observa el mundo, o gran
señor y veras que lo que digo es verdad- Dijo Morathi implorante.- Tz´arkan
observo a su alrededor y pareció mirar mucho más haya de la habitación – Tienes
razón Bruja, es el tiempo de los nuestros, y Slaanesh estará contento cuando
este mundo sea suyo.- Y al decir esto el demonio emitió una risa sobrenatural
que hizo temblar las almas de todos los seres a kilómetros a la redonda.
- Y ahora mortal matare a estos insectos y me guiaras hacia
mi ejército.-
Mientras Malus Darkblade se levantaba detrás de Tz´arkan con
la Espada disforme de Khaine en su mano. Sus ojos relumbraban con un odio
aterrador, un odio y una rabia que se extendió por la habitación como agua que
fluye inundándola. Malus era algo más de lo que era, al salir el demonio algo más
había salido a la superficie, algo engendrado del puro odio. Tz´arkan se giro
sorprendido ante la avalancha de poder.
-Ahora el alma de Darkblade, quien fue tu prisión, es de
otro Tz´arkan - Agrego Morathi sibilante. Tz´arkan observo a Malus como si lo
viera por primera vez, el odio de ese Druchii había engendrado un poder en su
interior que podría destruirlo.
Malus sentía un poder que se alimentaba de su odio, e iba
aumentando de manera exponencial. Cada una de sus extremidades bullía de poder
asesino. La espada disforme se convertía en una prolongación de su odio y ambos
solo pedían una cosa: masacre.
-¡Bruja! ¡Ahora os destruiré a ti y al Demonio! ¡Malditos!-
Dijo Malus y se lanzo contra Tz´arkan con la espada disforme en alto. Tz´arkan
extendió sus manos y de ellas surgió un rayo oscuro de poder que se dirigió
hacia Malus, sería el fin del Tirano al fin. Pero el rayo se disipó al tocar a
Malus sin hacerle ningún daño, que ni siquiera aminoró su carga. El demonio,
sorprendido, se lanzo contra Malus al que ataco con unos nuevos apéndices con
pinzas de cangrejo que aparecieron de la nada. Pero se vio incapaz de parar al
Tirano que esquivo con una velocidad sobrenatural a Tz´arkan agachándose ante
sus pinzas y clavo profundamente la espada disforme en el estomago de la
criatura que chorreo siseante icor negro sobre el enlosado negro. El demonio
chillo de dolor, y extrañamente de éxtasis, un chillido que hizo temblar todo
Ghrond y agitarla con un placer sobrenatural.
Morathi tramo un hechizo protector sobre Tz´arkan, pero la
espada disforme lo destruyo y seguío hiriendo al demonio que retrocedía,
chillando, ante el empuje de Darkblade que no paraba de atacar. Sus movimientos
eran un Borrón para la vista, incluso para los sentidos amplificados de Morathi.
Con un movimiento de manos, La Hechicera bruja, trazo otro
poderoso hechizo que abrió una brecha en la realidad, una puerta al Reino del Caos. De esta, surgió un viento huracanado con más niebla purpúrea mágica
mezclado con un tremendo calor y salieron cinco elfos oscuros ataviados con
pesadas armaduras de diseño intrincado. Tres de ellos iban armados con dos
afilados sables curvos y los dos restantes con horribles látigos y espadas
largas. Sus cuerpos estaban deformados, de una forma andrógina y sugerente, y
de sus ojos surgía una luz rosácea. Los tres de los sables se dirigieron contra
Malus, mientras los de los látigos lo rodeaban. –Vamos Ungidos de Slaanesh,
defender a vuestro nuevo señor- Les espeto Morathi con un chillido de triunfo.
Tz´arkan se retiro a la retaguardia mientras los Ungidos,
elfos elegidos por el Príncipe oscuro Slaanesh como paladines, atacaban a
Darkblade con sus sables. –Maldito demonio cobarde, ven aquí a morir- Dijo. Los
ungidos atacaron con renovada velocidad, pero no podían igualar a la de Malus
que atacaba y desviaba ataques con una agilidad sin igual. Pero la superioridad
numérica de los Ungidos hizo retroceder a Malus que estaba siendo atacado por
todos los flancos. Con una finta con el cuerpo, Malus esquivo las espadas de
uno de los Ungidos y con un golpe de retorno decapitó al elegido del Príncipe
negro. El resto de ungidos redoblaron sus esfuerzos contra Malus que seguía
retrocediendo recibiendo ataques de látigo y espada. Uno de los Ungidos con
látigo le enrollo en el brazo el látigo a Malus con un grito de triunfo. Malus
tiro de el con una fuerza espectacular que atrajo al sorprendido Ungido hacia
él, hundiéndole la espada disforme en el estomago hasta la empuñadura y usando
su cuerpo como escudo. A continuación, Malus, lanzo el cuerpo del muerto sobre
sus congéneres de los sables haciéndoles caer y con un movimiento que el ojo
no podía seguir decapitó a ambos.
El Ungido restante salio huyendo ante la ferocidad de Malus,
el combate no había durado más de unos minutos. Malus observo como el herido
Tz´arkan penetraba en el portal abierto por Morathi. -¡Maldito cobarde engendro
de la disformidad! ¡No huyas de mí!- Dijo –No te preocupes mortal, volveremos a
encontrarnos pronto...- Y con estas palabras Tz´arkan desapareció de la
estancia a través del portal. Tras el salto el Ungido del látigo, dejando a
Morathi detrás.
-Ahora, por fin, se ha cumplido tu destino Malus ¡Ve al
encuentro de tu ejército y trae los tiempos de sangre a Naggaroth!- Chillo
Morathi antes de penetrar por portal y cerrarlo.
Malus se quedo en la estancia, solo acompañado por sus
hombres de confianza sin conciencia. En ese instante Arthoh empezaba a
recuperarse.
-¿Qué ha ocurrido?- Pregunto Arthoh dolorido e
incorporándose ayudándose de la cercana pared. Con un rápido movimiento Malus
decapitó al capitán de exploradores. -Esto calmara mi sed durante un tiempo...-
Pensó Malus. En su interior sabia que un ejercito de sangre lo esperaba no muy
lejos de allí. Se acerco a Miukil para despertarlo, el cual despertó aturdido.
-¡Despierta insensato! Tenemos que marchar con nuestros
hombres en busca de mí ejército.- Chillo Malus con su rabia casi contenida.
Miukil lo miro con sorpresa a los ojos, y una locura asesina empezó a surgir de
su interior. Su rabia contenida empezaba a liberarse poco a poco. Miro a los
ojos de Malus, ahora dos pozos de latón con pupilas de sangre, y sus propios
ojos se volvieron ojos de obediencia ciega y de odio incontenido.
Malus se levanto y comenzó a descender la Torre de las
hechiceras, con Miukil tras de él. La profecía sería cumplida. Naggaroth sería
suyo, traería los tiempos de la Sangre, los tiempos de Khaine...¡los tiempos de Sangre! ¡Sangre para el dios del asesinato!
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