En el gran salón del palacio se sintió el poderoso aullido del volcán. Había vuelto a entrar en erupción después de más de un siglo. Bel-Ethan miro por la ventana alterado. En los últimos meses la magia que fluía por el mundo había aumentado, sus sentidos de hechicero lo hacían vibrar por dentro, y hacer sentir una profunda calidez proveniente del Aqshy, el viento rojo del Fuego crecía por su tierra junto a todos los demas. El mundo cambiaba a una velocidad alarmante.
Sabía que la guerra bullía por todo Ulthuan, ejércitos oscuros provenientes del norte destruían su sagrada tierra. Sentía como del norte llegaba toda esa alarmante cantidad de magia. Él, junto a un destacamento de su orden se habían quedado en su montañosa tierra para cuidar su bien más preciado, los Dragones. Y la esperanza parecía llegar en esos tiempos oscuros.
La misma magia que fluida de los polos hacia que el poder de los rituales de despertar de estas poderosas bestias fueran más esperanzadores, aunque aún ninguno de los más poderosos dragones habían atendido a la llamada de los Magos dragón. Los volcanes volvían a arder y el corazón de los dragones parecía responder ante ellos, el monte de Vaul fue el primero en empezar a bullir al comienzo de la guerra, y desde que estallo el monte en llamas cada uno de los volcanes de las montañas de Caledor lo habían seguido.
Bel-Ethan se dispuso a descender a la cámara de los dragones, en las entrañas del volcán junto con el resto de la orden convocada por un poder en su interior. Al llegar a su destino Bel-Ethan observo la poderosa gruta, con las enormes siluetas de los Dragones durmientes.
-Empecemos con el ritual, parece que en esta ocasión podremos lograrlo, la oleada de Aqshy es enorme y ya todos los volcanes han empezado a vomitar su fuego- Dijo el Sumo sacerdote dragón Athriel a su Orden.
Bel-Ethan y el resto de sacerdotes entonaron el ritual, una laboriosa salmodia que adquiría poder con cada palabra. El mago notaba más que nunca como los poderes del viento rojo se arremolinaban a su alrededor y fluían con una fuerza inusitada al interior de los Dragones. La salmodia fue cogiendo fuerza y el viento se torno fuego a su alrededor, toda la gruta parecía tornarse en llamas. Llevaba más de 300 años realizando el ritual y dicho resultado nunca se había producido, el poder mágico del mundo estaba creciendo a pasos agigantados. Los labios de Bel-Ethan se tensaban con cada palabra de poder, en su pecho crecía el poder alarmantemente, amenazándolo con destruirlo, los brazos y las piernas parecían pesar como el plomo y su lengua se engarrotaba, pero no dejo de pronunciar las arcanas palabras. Para eso había sido entrenado y no fallaría. La magia, al crecer, también se hacía más inestable y peligrosa y amenazaba con hacerlo explotar desde dentro.
En el tramo final del conjuro el viento flamígero rielo con más fuerza. El poder reunido en su interior se filtro desde su interior a las enormes criaturas allí reunidas chamuscándole la punta de los dedos. Su cuerpo se quedo extenuado tirado en el suelo con las fuerzas justas para respirar, sentía como si hubiese envejecido de pronto mil años. Algunos de los magos dragón de su alrededor, compañeros de más de un siglo se encontraban literalmente muertos, había tenido suerte pese a lo deteriorado de su cuerpo.
Al acabar todo era silencio, la cámara se mantenía intacta, todo era quietud. Bel-Ethan sentía la decepción en sus entrañas, el lamento de los magos dragón se dejo sentir en la cámara. Todo había sido en vano, todo estaba perdido, no había esperanza…
Y entonces, cuando todo parecía perdido el volcán bajo sus pies entro de nuevo en erupción, la cámara se lleno de repugnantes vapores y el corazón de los dragones empezó a latir de nuevo, hasta el más grande de ellos se despertaba. La profecía se cumplía, en la última batalla asistirían los grandes dragones de Caledor.
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