La Verdad sobre el
Dios de la Mano ensangrentada:
Teclis penetro en los aposentos de su hermano, el cual se
encontraba arrodillado rezando en un altar a Isha. –La extrañas ¿no?- dijo
cuando entraba con su desinteresado modo de hablar. -¿Qué quieres hermano?-
dijo Tyrion sin dejar de rezar pero con un aire amenazante.
–Solo quiero examinar la espada- dijo Teclis insidioso. –No
deberías hermano, la maldición ya ha entrado en mi con todo su poder, si la
tocas también estará en ti- espeto su hermano con aire triste. –Lo sé, lo noto,
y sé que solo por haber tenido el poder de Asuryan has escapado de la locura,
pero es natural, solo el poder de un dios puede parar el poder de otro, solo
Aenarion y ahora tú podría soportarlo-.
-Hermano, no sé si eso será suficiente, solo deseo matar, la
furia me consume cada vez más. Si sigo así terminare siendo tan malo para este
mundo como los demonios. La espada solo quiere destruir- dijo Tyrion triste.
–Déjame ver la espada Tyrion, quizás pueda ayudar en algo, prometo no tocarla,
no te preocupes-.
-De acuerdo hermano- dijo el gran guerrero dubitativo –pero
ten mucho cuidado.
Tyrion saco de su vaina la espada y Teclis la observo con
cuidado. Teclis la vio con su visión de mago insuflando poder en la espada y
extrayéndolo. Tras un rato, se paro alarmado.
- Es lo que esperábamos hermano, en la espada reside él-
dijo misterioso Teclis –El poder de esta espada puede ser necesario, pero nos
destruirá a todos si no lo detenemos en el momento justo. Es una carga muy
pesada hermano.-
- Lo sé Teclis, su poder es abrumador, pero este es mi
destino-
-Después de este examen todo está claro, Khaine reside en la
espada, y el ente que los elfos oscuros adoraban en Har Ganeth era más bien
otra cosa- dijo el Señor de la Torre blanca. -Espero que mi plan funcione, pues
si no es así, estaremos condenados.-
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